Cuando Koyomi y Suruga llegan al santuario al que los ha enviado Oshino, descubren un espectáculo dantesco que los deja sin palabras: decenas de serpientes cortadas por la mitad y cientos de mensajes llenos de odio. En la mente del muchacho asoma de repente un nombre olvidado: Nadeko Sengoku, una antigua amiga de su hermana pequeña.