Está claro que los planes nunca le salen a Tanya como ella quisiera: si lo organiza todo para que la formación de su batallón quede desierta, recibe miles de solicitudes; cuando intenta hacer ver que ninguno de los aspirantes da la talla, mayor es el apoyo que recibe por parte de Zettour... Finalmente, decide someter a sus hombres al peor entrenamiento posible en la cordillera de los Alpen, con la esperanza de que vayan desertando. Sin embargo, hay algo más que preocupa a Tanya: su propio cuerpo y el influjo de la Criatura X. Un día, el teniente coronel Rerugen le hace llegar una carta en la que la Sede Central da por terminada la instrucción del batallón y reconoce su creación, con el disgusto de Tanya.